Simon Nixon

Bloomberg News
Para gran parte de Gran Bretaña, lo
ocurrido en las últimas semanas ha supuesto una profunda conmoción. La
mayoría de los británicos habían dado por sentado que Reino Unido era
una isla de estabilidad en un continente atribulado. Muchos pasaron los
últimos cinco años prediciendo el inminente desmembramiento de la
eurozona. Pero pocos imaginaban que la unión entre Inglaterra y Escocia
podría acabar antes.
La decisión de
Escocia de permanecer en Reino Unido por un margen del 55% al 45% puede
haber eliminado ese riesgo... de momento. Pero las ondas expansivas
seguirán reverberando no sólo por Reino Unido, sino por toda Europa.
La
unión se ha preservado, pero también se ha debilitado. El precio de
mantenerse unidos fue el compromiso del primer ministro, David Cameron, y
los líderes de los otros dos grandes partidos políticos británicos de
dar sustanciales competencias nuevas a Escocia en materia de impuestos y
políticas sociales.
Las encuestas
posteriores sugieren que esta promesa a la desesperada no era necesaria.
Pero ahora que ya está todo dicho, no se puede dar marcha atrás. Reino
Unido debe idear un nuevo acuerdo constitucional basado en una
estructura más federal.
Eso se dice más
fácil de lo que se hace. Reino Unido no es el país idóneo para una
estructura federal dado el abrumador predominio de Inglaterra, que
aporta el 85% de la población.
¿Cómo
puede decidirse qué temas son puramente ingleses? Muchas decisiones en
Inglaterra tendrán inevitablemente importantes efectos contagio.
En
un sistema 100% federal, un Parlamento inglés probablemente sería un
poderoso rival para el Gobierno federal. Eso no sólo desestabilizaría a
la nación, sino que dejaría a Escocia, Gales e Irlanda del Norte en una
posición aún más débil en relación con Inglaterra.
Pero
incluso aunque no haya respuestas fáciles para este viejo problema,
Reino Unido no puede seguir ignorando "la cuestión inglesa". Los
votantes ingleses y galeses están disgustados con la oferta de
competencias nuevas para Escocia: el 71% de los votantes se oponen a la
promesa del Gobierno de mantener un acuerdo de financiación de hace 40
años --la llamada fórmula Barnett-- que garantiza a Escocia una porción
mayor del gasto público británico per cápita, según un sondeo realizado
por Survation para el diario Mail on Sunday. El 65% de los encuestados
consideran que los parlamentarios escoceses no deberían poder votar en
el Parlamento británico las leyes que sólo afectan a los distritos
electorales ingleses.
La respuesta de
Cameron ha sido vincular la cuestión de las nuevas competencias para
Escocia a un acuerdo para excluir a los parlamentarios escoceses de las
votaciones en la Cámara de los Comunes relacionadas exclusivamente con
Inglaterra.
Desde el punto de vista de
su partido conservador, fue una política inteligente, ya que bloqueaba
el intento de la formación derechista Partido por la Independencia de
Reino Unido de arrogarse el manto del nacionalismo inglés, al tiempo que
tomaba por sorpresa al principal partido de la oposición, el Partido
Laborista, que actualmente posee 41 de los 56 escaños de Escocia en el
Parlamento.
La propuesta de Cameron
podría reducir las probabilidades del laborismo de formar un Gobierno, e
impedir de hecho a los escoceses ocupar ciertos puestos en la
Administración. Pero su triunfo táctico conlleva riesgos a más largo
plazo. Cameron asegura que Escocia no obtendrá sus nuevas competencias
antes de las elecciones de mayo del próximo año y, al introducir este
nuevo escollo para alcanzar un acuerdo, ha alimentado las sospechas de
los escoceses de que los políticos británicos incumplirán su compromiso.
Si no se cumple la promesa, el
resentimiento escocés aumentaría. El Partido Nacionalista Escocés ya
está registrando un incremento de sus miembros y confía en poder
mantener el impulso. Al mismo tiempo, la decisión de Cameron de jugar la
carta nacionalista inglesa está ejerciendo una inevitable presión sobre
los políticos de todo el país y todos los partidos para que declaren
sus lealtades.
Pero sería injusto
culpar a Cameron por abrir esta caja de Pandora. No ha tenido más
opción, ya que combate con poderosas tendencias históricas. La historia
europea está plagada de reinos que desaparecieron y movimientos de
fronteras.
El nacionalismo escocés se
ha alimentado de lo que podría llamarse el Sueño Europeo, en el que los
pequeños estados soberanos pueden coexistir pacíficamente bajo el
paraguas de la Unión Europea.
En muchos
aspectos, esto se basa en una noción de soberanía europea mucho más
antigua. Durante siglos, la soberanía de Escocia estuvo garantizada por
el pontificado. La UE de hoy en día refleja conscientemente el antiguo
Imperio Romano, una confederación amplia que dominó gran parte de la
Europa occidental y central durante más de 1.000 años.
Este
sueño europeo está alimentando a los movimientos separatistas de la UE.
Pero una Europa balcanizada sería una Europa aún más débil, una en la
que los Estados más grandes tendrían aún más poder, sobre todo el mayor
de todos: Alemania, el único país de la UE que ha aumentado su
territorio en los últimos 25 años.
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